Post by S Brantes on Nov 6, 2013 23:30:23 GMT -4
Las tiazolidinedionas han sido extensamente estudiadas, por sus propiedades de mejorar el control de la glicemia, en diabéticos tipo2, proteger la sobrevida de las células beta pancreáticas, mejorar varias anomalías de la función endotelial y corregir alteraciones del metabolismo lipídico.
Posiblemente en relación con sus propiedades antiaterogénicas, las TZD, especialmente poglitazona, han sido vinculadas con disminución de la mortalidad de causa cardíaca, reducción del número de casos de infarto de miocardio y accidente cerebrovascular.
Pioglitazona es uno de los pocos fármacos que ha mostrado consistentemente mejorar los índices de función del hígado y alteraciones histológicas en pacientes con enfermedad de hígado graso no alcohólico (NAFLD) y esteatohepatitis no alcohólica (NASH).
Sin embargo se describen algunos efectos colaterales que requieren selección de casos para evitar complicaciones, como es el caso de la propension a la sobrecarga de volumen y edema.
En un artículo recientemente publicado por Defronzo (Hosp Pract (1995) 2013) se comentan pros y contras de TZD en pacientes con diabetes tipo2.
En personas no diabéticas, las TZD pueden tener un rol importante. La obesidad cuya prevalencia va en aumento en todo el mundo, es una anormalidad metabólica asociada freceuntemente al SOP, con mecanística de causa y efecto a la vez. La epidemia de obesidad ha dado lugar a un importante aumento en la prevalencia de hígado graso no alcohólico que es la causa más común de la disfunción del hígado en todo el mundo la que se presenta en un continuo progresivo: a la esteatosis hepática agrega inflamación, determinando esteatohepatitis no alcohólica, que en algunos casos avanza hasta cirrosis, aunque no haya ingestión de alcohol.
Se estima que la prevalencia del hígado graso no alcohólico supera el 30% de la población adulta compuesta por hispanos y caucásicos.
Las mismas medidas de mejoramiento de estilo de vida que reducen el riesgo CV y diabetes en el síndrome metabólico, están recomendadas para reducir NAFLD, posiblemente por su eficiencia para reducir la lipotoxicidad por ácidos grasos.
Las TZD y en especial pioglitazona han demostrado eficacia para reducir alteraciones hepáticas relacionadas con NAFLD/NASH (Revisiones: Musso G et al. Diabetologia. 2012 Apr;55(4):885-904, Attar BM et al. (ScientificWorldJournal. 2013;2013:481893) y Lomonaco et al Drugs. 2013 Jan;73(1):1-14).
La relación entre SOP e hígado graso ha sido insuficiente pero convincentemente estudiada. Brzozowska MM et al. (J Gastroenterol Hepatol. 2009 Feb;24(2):243-7) señaló una mayor prevalencia de portadoras de SOP en casos de NAFLD/NASH; a la inversa, la mayor prevalencia de casos de NALFD/NASH en portadoras dJ Hepatol. 2007 Sep;47(3):412-7.e SOP fue reportada simultáneamente por Gambarin-Gelwan M et al. (Clin Gastroenterol Hepatol. 2007 Apr;5(4):496-501), señalando que el riesgo existe en mujeres obesa y también en delgadas; una cohorte recopilada en Chile por Cerda C et al. (J Hepatol. 2007 Sep;47(3):412-7) sugiere además que el riesgo en más alto en casos de resistencia a la insulina más severa.
Al parecer, la intervención con pioglitazona por si sola no es capaz de controlar los efectos del hiperandrogenismo, pero sería eficaz en la prevenicón de las complicaciones metabólicas asociadas al SOP (du Q et al. Adv Ther. 2012 Sep;29(9):763-74).
Posiblemente en relación con sus propiedades antiaterogénicas, las TZD, especialmente poglitazona, han sido vinculadas con disminución de la mortalidad de causa cardíaca, reducción del número de casos de infarto de miocardio y accidente cerebrovascular.
Pioglitazona es uno de los pocos fármacos que ha mostrado consistentemente mejorar los índices de función del hígado y alteraciones histológicas en pacientes con enfermedad de hígado graso no alcohólico (NAFLD) y esteatohepatitis no alcohólica (NASH).
Sin embargo se describen algunos efectos colaterales que requieren selección de casos para evitar complicaciones, como es el caso de la propension a la sobrecarga de volumen y edema.
En un artículo recientemente publicado por Defronzo (Hosp Pract (1995) 2013) se comentan pros y contras de TZD en pacientes con diabetes tipo2.
En personas no diabéticas, las TZD pueden tener un rol importante. La obesidad cuya prevalencia va en aumento en todo el mundo, es una anormalidad metabólica asociada freceuntemente al SOP, con mecanística de causa y efecto a la vez. La epidemia de obesidad ha dado lugar a un importante aumento en la prevalencia de hígado graso no alcohólico que es la causa más común de la disfunción del hígado en todo el mundo la que se presenta en un continuo progresivo: a la esteatosis hepática agrega inflamación, determinando esteatohepatitis no alcohólica, que en algunos casos avanza hasta cirrosis, aunque no haya ingestión de alcohol.
Se estima que la prevalencia del hígado graso no alcohólico supera el 30% de la población adulta compuesta por hispanos y caucásicos.
Las mismas medidas de mejoramiento de estilo de vida que reducen el riesgo CV y diabetes en el síndrome metabólico, están recomendadas para reducir NAFLD, posiblemente por su eficiencia para reducir la lipotoxicidad por ácidos grasos.
Las TZD y en especial pioglitazona han demostrado eficacia para reducir alteraciones hepáticas relacionadas con NAFLD/NASH (Revisiones: Musso G et al. Diabetologia. 2012 Apr;55(4):885-904, Attar BM et al. (ScientificWorldJournal. 2013;2013:481893) y Lomonaco et al Drugs. 2013 Jan;73(1):1-14).
La relación entre SOP e hígado graso ha sido insuficiente pero convincentemente estudiada. Brzozowska MM et al. (J Gastroenterol Hepatol. 2009 Feb;24(2):243-7) señaló una mayor prevalencia de portadoras de SOP en casos de NAFLD/NASH; a la inversa, la mayor prevalencia de casos de NALFD/NASH en portadoras dJ Hepatol. 2007 Sep;47(3):412-7.e SOP fue reportada simultáneamente por Gambarin-Gelwan M et al. (Clin Gastroenterol Hepatol. 2007 Apr;5(4):496-501), señalando que el riesgo existe en mujeres obesa y también en delgadas; una cohorte recopilada en Chile por Cerda C et al. (J Hepatol. 2007 Sep;47(3):412-7) sugiere además que el riesgo en más alto en casos de resistencia a la insulina más severa.
Al parecer, la intervención con pioglitazona por si sola no es capaz de controlar los efectos del hiperandrogenismo, pero sería eficaz en la prevenicón de las complicaciones metabólicas asociadas al SOP (du Q et al. Adv Ther. 2012 Sep;29(9):763-74).